jueves, 26 de junio de 2008

Kosteki y Santillán

Por Rubén Villanueva

A seis años de la masacre de Avellaneda


EL 26 DE JUNIO DE 2002 organizaciones piqueteras bonaerenses coordinaron una acción para bloquear los accesos de tránsito automotor a la Capital Federal, en un plan de lucha político reivindicativo con el pedido de mejoras sociales.
En aquel momento la Argentina atravesaba un período de crisis social e institucional.
Los diarios reflejaban parte de una realidad con titulares como: “Desempleo récord: más de 3 millones de personas sin trabajo”, “Cada vez llega menos comida”, “La mitad de la población es pobre”, “Vuelven los piquetes a los puentes”.
El país transitaba las consecuencias de la caída del gobierno de De la Rúa, cuando éste abandonó el poder luego de la manifestación y las muertes del 20 de diciembre.
La crisis social seguía latente y el “que se vayan todos” continuaba instalado en una sociedad que descreía de las autoridades del Estado.
En el corte del Puente Pueyrredón, programado por las agrupaciones de zona sur de Gran Buenos Aires, se desató una violenta represión policial que produjo dos muertos y heridos por balas de plomo. Días anteriores a los hechos la Secretaria de Inteligencia De Estado, SIDE, manifestó que distintas organizaciones se estaban empezando a integrar por diferentes reclamos de piqueteros, asambleistas, ahorristas y que eso constituía un peligro institucional para la democracia donde había que poner orden. El Gobierno por su parte declaró en distintos medios de comunicación que no permitiría los cortes a los puentes.
El día de la manifestación, la disposición del operativo policial no se limitó a evitar la delitos dentro de una tarea preventiva sino que se encargó de desarticular a las organizaciones manifestantes, reduciendo a estos cuerpos políticos colectivos en cuerpos individualizados. La policía, ante una manifestación masiva opositora a las políticas de Estado, actuó con cientos de efectivos coordinados para romper la organización de los grupos que enfrentaba. Los piqueteros, que solicitaban mejoras sociales, no requerían tomar el poder del Estado. La policía comenzó a desmembrar a las organizaciones, espantando a todos con disparos de balas de goma, gases y también balas de plomo. Los dos policías, Franchiotti y Acosta, se apropiaron del derecho a ejercer sobre los manifestantes un poder de muerte.
Con dos muertos y varias decenas de heridos de bala, el operativo continuó sin que ningún efectivo denuncie lo que ocurría ante sus ojos. Aún cuando en la puerta de la estación de trenes Avellaneda ciertas órdenes fueron desobedecidas y no se interfirió con las acciones de Franchiotti.
Hasta ese momento, en que todo era incierto y poco claro, los medios transmitían en directo las corridas de los manifestantes y los gases que disparaba la policía.
Todos los medios de comunicación tendían a informar que los piqueteros eran los provocadores de los disturbios. En las oficinas de redacción de los diarios, distintos voceros de prensa del gobierno llamaban informando que los muertos eran consecuencia de una pelea interna entre manifestantes y que los piqueteros se mataron entre ellos, lo cual las primeras placas informativas en la televisión daban la misma información como primicia. La imagen de un colectivo incendiado era repetida por varios canales dando a entender la magnitud de la violencia piquetera. El comisario Franchiotti, por su parte, dio una conferencia de prensa en la puerta del hospital Fiorito, donde familiares y heridos de la represión policial rondaban en el mismo lugar. Esto fue usado por Franchiotti y los medios para afirmar el discurso de la violencia de los manifestantes, ya que fue inminente la agresión al comisario.
Al día siguiente los diarios titularon:
“El gobierno afirma que fueron infiltrados”, “el gobierno cumplió en impedir corte del acceso” y en unas de las bajadas de un diario pudo leerse “los muertos fueron productos de una interna entre piqueteros, teoría de la policía bonaerense y del gobierno”. El medio más cuestionado fue Clarín, el diario más vendido de la Argentina, quien tituló “La crisis causó dos nuevas muertes” y en la volanta escribió: “No se sabe quienes dispararon contra los piqueteros”, mientras que al cierre de la edición ya era de público conocimiento que la muerte había sido causada por la policía y establecida por el Gobierno. El documental dirigido por Finvard y Escobar, que lleva el mismo titulo que publicó Clarín el día después a los hechos, se puede ver a Julio Blank, editor de la sección Política Nacional de Clarín y luego de esa tapa ascendido a editor jefe , afirmar “Cometimos un error con este titulo. ¿Qué tengo que hacer? ¿Cortarme las venas?”. En la tapa del gran diario argentino se muestra una fotografía que también dejó dudas sobre la cobertura y la información que ocultó el diario y no publicó en ese momento, pero sí lo hizo 48 hs después.
La consecuencia de esta causa dejó de lado las acusaciones a los autores intelectuales de los hechos, el ex-presidente Duhalde, el gobernador Solá y antiguos funcionarios como Álvarez, Atanasof, Matzkin, Genoud, Soria, Rodríguez y Ruckauf. Pero aún restringiendo a lo que la justicia reconstruyó, encontramos un relato estratégico que continúa protegiendo el papel del aparato policial en la resolución de conflictos, aún en una coyuntura en que la táctica exige que se condene la conducta de seis o siete policías, como forma de disminuir el costo político de la represión. El Estado cambió el mando, en ese momento el presidente Eduardo Duhalde, llamó a elecciones a sólo 6 meses de asumir y con la posibilidad de completar un mandato de 2 años. La decisión fue tomada luego de hacerse pública la responsabilidad del aparato estatal en la violencia abierta el 26 de junio.
foto: http://trio.trovacub.com/KostekiSantillan.jpg
Fuentes:


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