Por Ximena Ibañez
Ella es Elisa, una de las tantas inmigrantes que llegaron a nuestro país en busca de una mejor calidad de vida. Cuenta que “las cosas en su Bolivia estaban difíciles y no había demasiado para ofrecerle a sus hijos”
Su día comienza cerca de las 6.30 horas cuando prepara a sus niños para ir al colegio, rato después recibe la mercadería que cerca de las 8.00 va a salir a vender. Una hora mas tarde, su puesto en la calle ya esta listo y con el (en muchos casos) la discriminación, dice que “de vez en cuando alguna persona la mira raro, como reprochándole el que haya llegado a la Argentina”.
Tiene una forma muy particular de tratar a los clientes: siempre con una sonrisa, porque afirma que “de eso depende lo que lleve a mi casa”.
A las 12.00 el puesto (ubicado en la Plaza Vélez Sarsfield), que ya cuenta con una clientela fija, esta vendiendo un poco mas de lo normal, Es día de feria, y como todos los miércoles la gente recorre los puestos para comprar pescado y verdura fresca y comenta que “es el día de mayor trabajo”.
Dos horas después la mercadería empieza a faltar pero sabe que todavía le quedan un par de horas mas por delante. El frío invernal se nota porque pasa todo el día sentada frente a su puesto y dice que “se viste bien abrigada porque sin seria intolerable soportar los tres grados bajo cero de sensación térmica que hace por la mañana”.
Mas tarde, ya en confianza, me contó su experiencia desde hace siete años cuando llego con su familia a la Argentina. Dice que “al comienzo todo era muy difícil, la situación en el país era buena aunque el trato nunca lo fue. Sus vecinos los miraban como si les estuvieran robando el trabajo, algo así como que venían a desocupar al argentino. Hoy en día la realidad no ha cambiado, en general, se los sigue mirando de reojo y aunque todo este complicado no van a irse: van a apostar al país”. Con tristeza en los ojos recuerda su vida en Bolivia, añora todo su pasado y espera alguna vez poder volver.
A mitad de la tarde piensa en como estarán sus cuatro hijos (el de cuatro, la de seis y medio, la de ocho y la mayor de diez): si habrán almorzado o si estuvieron para mañana. Sabe que ni bien llegue a casa (cansada del arduo día de trabajo) el menor le preguntara porque es distinto a sus compañeros y ella a esto le contestara que “porque Dios les dio otro color de piel, pero no otro color de alma”.
Cuando se refiere al tema de ser una extraña en país ajeno dice que “hoy no se siente tan extranjera porque todavía quedan personas de buen corazón que las aceptan sin importarle nada y que cuando recién habían llegado (y se encontraba sola) lloraba por la forma en que eran tratados, por la diferencia que se hacia con uno y con otro y a la vez por lo poco que les pagaban por trabajar en fabricas textiles. No había otra opción, tenia que darle de comer a sus hijos”.
A las 18 ya se hizo de noche, el frío se esta empezando a sentir y esta contenta porque de la mercadería que tenia al comenzar la mañana solo le quedaban seis morrones, tres cabezas de ajo, un kilo y medio de manzanas y tres apios; hoy tuvo un buen día pero sabe que “de seguro mañana esto se compensará”. En ese momento una señora de unos setenta años llega y le dice: “Hola Elisa, ¿Como esta?” y luego de intercambiar algunas palabras se fue.
Poco falta para las 20, hora en la cual Elisa levanta su puesto y lleva a su casa lo que quedo del día. No quedan ya, mas que recuerdos pasados de su Bolivia natal y sobre todo esas huellas de una Argentina que los recibió con los brazos abiertos, destacando su buena predisposición para el trabajo, pero una vez aquí no se los acepto como parte de su sociedad. Desea por sobre todas las cosas integrarse como un miembro mas y dejar de ser un Extranjero.
Su día comienza cerca de las 6.30 horas cuando prepara a sus niños para ir al colegio, rato después recibe la mercadería que cerca de las 8.00 va a salir a vender. Una hora mas tarde, su puesto en la calle ya esta listo y con el (en muchos casos) la discriminación, dice que “de vez en cuando alguna persona la mira raro, como reprochándole el que haya llegado a la Argentina”.
Tiene una forma muy particular de tratar a los clientes: siempre con una sonrisa, porque afirma que “de eso depende lo que lleve a mi casa”.
A las 12.00 el puesto (ubicado en la Plaza Vélez Sarsfield), que ya cuenta con una clientela fija, esta vendiendo un poco mas de lo normal, Es día de feria, y como todos los miércoles la gente recorre los puestos para comprar pescado y verdura fresca y comenta que “es el día de mayor trabajo”.
Dos horas después la mercadería empieza a faltar pero sabe que todavía le quedan un par de horas mas por delante. El frío invernal se nota porque pasa todo el día sentada frente a su puesto y dice que “se viste bien abrigada porque sin seria intolerable soportar los tres grados bajo cero de sensación térmica que hace por la mañana”.
Mas tarde, ya en confianza, me contó su experiencia desde hace siete años cuando llego con su familia a la Argentina. Dice que “al comienzo todo era muy difícil, la situación en el país era buena aunque el trato nunca lo fue. Sus vecinos los miraban como si les estuvieran robando el trabajo, algo así como que venían a desocupar al argentino. Hoy en día la realidad no ha cambiado, en general, se los sigue mirando de reojo y aunque todo este complicado no van a irse: van a apostar al país”. Con tristeza en los ojos recuerda su vida en Bolivia, añora todo su pasado y espera alguna vez poder volver.
A mitad de la tarde piensa en como estarán sus cuatro hijos (el de cuatro, la de seis y medio, la de ocho y la mayor de diez): si habrán almorzado o si estuvieron para mañana. Sabe que ni bien llegue a casa (cansada del arduo día de trabajo) el menor le preguntara porque es distinto a sus compañeros y ella a esto le contestara que “porque Dios les dio otro color de piel, pero no otro color de alma”.
Cuando se refiere al tema de ser una extraña en país ajeno dice que “hoy no se siente tan extranjera porque todavía quedan personas de buen corazón que las aceptan sin importarle nada y que cuando recién habían llegado (y se encontraba sola) lloraba por la forma en que eran tratados, por la diferencia que se hacia con uno y con otro y a la vez por lo poco que les pagaban por trabajar en fabricas textiles. No había otra opción, tenia que darle de comer a sus hijos”.
A las 18 ya se hizo de noche, el frío se esta empezando a sentir y esta contenta porque de la mercadería que tenia al comenzar la mañana solo le quedaban seis morrones, tres cabezas de ajo, un kilo y medio de manzanas y tres apios; hoy tuvo un buen día pero sabe que “de seguro mañana esto se compensará”. En ese momento una señora de unos setenta años llega y le dice: “Hola Elisa, ¿Como esta?” y luego de intercambiar algunas palabras se fue.
Poco falta para las 20, hora en la cual Elisa levanta su puesto y lleva a su casa lo que quedo del día. No quedan ya, mas que recuerdos pasados de su Bolivia natal y sobre todo esas huellas de una Argentina que los recibió con los brazos abiertos, destacando su buena predisposición para el trabajo, pero una vez aquí no se los acepto como parte de su sociedad. Desea por sobre todas las cosas integrarse como un miembro mas y dejar de ser un Extranjero.
3 comentarios:
Es muy real la situación que pasan los extranjeros "nacionalizados por necesidad" que hay en nuestro pais. Excelente Nota!!.
Realmente siento mucha pena por la gente que viene a trabajar a la Argentina. Pero, también muchas veces yo, me siento inmigrante dentro de mi propio país, creo fehacientemente que no es culpa de ellos, sino nuestra.
Se, que con este comentario, estoy ganando enemigos, pero estoy cansada que ellos tengan todos los beneficios. Hablemos tema vivienda, salud, educación, etc, etc.
Yo pregunto, ¿si me fuera a otro pais, me darian todos los beneficios que ellos tienen?.
¿Podria darme el lujo de cortar una calle por un plan sin hacer nada?
Realmente creo que debemos empezar a conocer tambien la realidad de los argentinos cansados de tanto abuso.
Sepase separar, a aquellos que vienen con ganas como esta mujer a trabajar y vivir dignamente pero necesito que tambien desde mi lugar de ciudadana comprendan mi situacion.
No tengo vivienda propia y cuando planteo ante el I.V.C organismo del gobierno de la ciudad de Buenos Aires, llamese instituto de la vivienda, me responden que los inmigrantes tienen prioridad porque viven en una villa.
Entonces deberé ir a poner cuatro chapas asi tengo el mismo beneficio.
Yo, no puedo mantener mi flia, porque la comida cada dia esta mas cara, y mi sueldo es el mismo, ellos tienen la tarjeta CON TODO DERECHO.
Yo, debo pagar el D.N.I a ellos se los dan gratis.
Yo, debo esperar un turno, hasta dentro de tres meses, porque los hospitales estan superpoblados de inmigrantes, entonces responden: “Mamita, esto es un hospital publico, que queres?”
Si me tildan de discriminadora, lo lamento, pero vivo en lugano y la calidad de educacion es muy pobre, gracias a las aulas abarrotadas de alumnos, nosotros somos el inodoro de la ciudad de Buenos Aires, nos trasladan villas, y mas villas, no podemos viajar es imposible, les dan las viviendas y las cambian y vuelven a las villas, disculpenme, pero realmente como argentina, estoy bastante cansada de soportar que a mi, me discrimen en mi propio pais.
sin mas, pienselo
Vero: me cuesta entender tu pensamiento FASCISTA,NACIONALISTA de ultraderecha y MACRISTA.¿Crees que tiene que haber hospitales solo para argentinos o deberia haber un mejor sistema en la salud (mejorar los hospitales,equiparlos y mejor salarios para los profesionales)? que los colegios esten repletos... ¿es culpa de los inmigrantes o del sistema educativo que aplican los politicos? Todos los dias viajo a las 8 de la mañana colgado del colectivo... ¿habria que prohibir a los inmigrantes que no suban al colectivo y exigirle al gobierno que me dé un auto o que se invierta dinero en mejoras al servicio de transporte (mas colectivos, subtes, autopistas)? El dia que dejemos de pensar en las necesidades individuales y mejorar el sistema "para todos", podremos avanzar como personas, como sociedad y como pais.
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